27 de noviembre de 2025

Entre el legado de la Cumbre de Mar del Plata y la búsqueda de nuevos caminos

América Latina en punto muerto

Entre el legado de la Cumbre de Mar del Plata y la búsqueda de nuevos caminos

Ha habido elecciones en Uruguay, en Bolivia, en Argentina, en Chile y en Ecuador tuvo lugar un importante plebiscito propuesto por el gobierno del banquero Noboa. El resultado de esas expresiones de la voluntad popular y la situación política en los otros países latinoamericanos, desde México hasta Colombia, ameritan una reflexión.

A partir de la entrada en el siglo XXI, Latinoamérica vivió un momento casi único de gobiernos, surgidos de la voluntad popular, que coincidían estratégicamente en la búsqueda de una unificación continental. La irrupción del Comandante Hugo Chávez en Venezuela, sobre todo a partir de la derrota del golpe que lo derrocó y lo detuvo durante 48 horas, fue el inicio de una seguidilla de triunfos de partidos de clara tradición popular. Lula, en el 2002, gana la presidencia del Brasil en su cuarto intento. El peronismo, rescatado por Néstor Kirchner de las babas del neoliberalismo en que lo envolvió Menem, se impuso en las elecciones del 2003, coronando el impulso transformador que emanaba de la pueblada que en diciembre de 2001 puso punto final al largo tramo neoliberal iniciado con el golpe de 1976. En el 2005, Evo Morales asume la presidencia de Bolivia como el primer presidente hijo de los pueblos originarios del Altiplano. En el 2009, Pepe Mujica es elegido presidente de la República Oriental del Uruguay y pone un matiz latinoamericanista al gobierno del Frente Amplio que había encabezado Tabaré Vázquez. Entre 2003 y 2015 se produce en Suramérica el más intenso proceso de acercamiento e integración que conoció la región desde los tiempos de la Guerra de la Independencia. Las visitas presidenciales suceden a las reuniones cumbre de presidentes de la región y hasta el gobierno liberal-conservador del chileno Sebastián Piñera logra adecuarse al ímpetu integrador de sus colegas regionales. El Mercosur vive su momento de mayor esplendor. Estos escribimos después de la cumbre de Mar del Plata en 2005:

“La férrea unidad y convicción de los gobiernos del Mercosur -Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay-, y de Venezuela logró algo que, hace tan sólo unos años, hubiera parecido imposible: impedir de modo casi irreversible la firma del nuevo estatuto colonial norteamericano, el ALCA.


Las fauces del chacal de Iraq se fueron, esta vez, limpias de sangre. El presidente George W. Bush se retiró de Mar del Plata sin haber logrado asestar su feroz dentellada sobre Suramérica. Un desgarbado y ceceoso presidente argentino había puesto en negro sobre blanco la insalvable contradicción entre los intereses imperialistas norteamericanos y el interés de los pueblos y la patria americana, había denunciado ante todo un continente la responsabilidad yanqui sobre las feroces dictaduras militares, el despotismo saqueador de los organismos financieros internacionales y la arbitrariedad de un ALCA que aporta beneficios para una sola de las partes. En la voz del presidente argentino Néstor Kirchner se resumió un siglo de pensamiento y acción nacionales”
1.

Ese era el espíritu y la atmósfera de aquellos años.

Lentamente, por razones endógenas y exógenas, por las debilidades políticas de los gobiernos populares suramericanos y por lentos e indetenibles cambios en la política internacional ese momento glorioso dio paso al actual momento de “impasse” o, si se quiere, punto muerto en que se encuentra hoy la Argentina y nuestra región. Por un lado, el relanzamiento intensificado de la “Doctrina Monroe” por parte de los EE.UU. ha operado en toda la región a través de los políticos y los medios de prensa afines. Las crisis derivadas de la debilidad orgánica de las economías de la región frente al cuello de botella de su sector externo ha generado un enfriamiento en la adhesión y hasta en la participación popular a las políticas que caracterizaron los primeros 15 años del siglo. En nuestro caso, debe agregarse que, pese a la importante mejora de la situación de los sectores populares, los tres gobiernos consecutivos del peronismo no lograron grandes transformaciones estructurales que hicieran imposible o muy difícil la restauración neoliberal.

Insisto, en lo que acabo de escribir. No estamos atravesando un proceso abierta y decididamente contrarrevolucionario en la totalidad de nuestra región, no estamos ante una situación de derrota de los grandes proyectos nacionales y populares del continente, como mucha prensa pretenden hacernos ver. No hay un proyecto hegemónico claro, ni del campo de las clases dominantes y el imperialismo, ni de los pueblos y sus movimientos políticos, sino que estamos atravesando una especie de coexistencia de modelos, con una seria crisis de representación y una búsqueda, a veces desesperada, a veces errática, de soluciones a cuestiones y problemas que han sido endémicos en la región.

1. El Cono Sur: Crisis, Continuidad y Pragmatismo

A. Argentina: La Crisis del Peronismo y el 40% Desorientado


Ochenta años después del 17 de octubre de 1945, el peronismo -el movimiento nacional surgido en la posguerra de mayor perdurabilidad en el continente- y veintidós años después de su rescate por Néstor Kirchner dela mazmorra neoliberal, enfrenta una profunda crisis de conducción, una evidente fragmentación, una indisimulable dificultad para ofrecer una alternativa convincente y, por ello, una importante crisis de representación. Errores y debilidades de vieja data, tanto en lo económico como en lo político que comienzan tan lejos como en el 2011, que se agravan con la derrota electoral en 2015 y culminan con la crisis del gobierno de Alberto Fernández generada desde las propias filas que propusieron su candidatura, fueron algunas de las manifestaciones tempranas de esta crisis. Si a eso le sumamos los cambios moleculares sufridos por la sociedad argentina en los últimos 25 o 30 años, con cambios estructurales en el mundo del trabajo, con una relativa pérdida de representatividad de los sindicatos por la precarización de la mano de obra y la imposibilidad que tuvo el peronismo en sus 12 años de gobierno de producir cambios estructurales más o menos permanentes -por lo menos tan permanentes como los efectuados por los gobiernos peronistas entre 1945 y 1955- llevó a la derrota electoral del 2023 ante un candidato totalmente marginal y casi desconocido como Javier Milei.

Ese lamentable gobierno presidido por un marginal de confusas ideas religiosas y económicas, con la asistencia técnica y terapéutica de su hermana mayor, fue el resultado de un frente político y social implícito en el balotaje del 2023. El conjunto de las clases dominantes tradicionales de la Argentina semicolonial encontraron en la candidatura de Milei la posibilidad de asumir el poder político del país, derrotando al candidato del frente que, pese a sus vacilaciones y debilidades, representaba al movimiento nacional.

El triunfo de Milei – con los dos meses de encierro en el hotel Libertador2- expresaba a la gran burguesía transnacional, identificada en la figura de Paolo Rocca, a los exportadores, al capital financiero nacional y extranjero, a la gran burguesía inmobiliaria y a los dueños de los grandes medios, concentrados básicamente en la ciudad de Buenos Aires. También a las clases dominantes en las provincias, vinculadas a la producción agraria y extractiva, la burguesía comercial provinciana, los grandes propietarios y los sectores medios dependientes de aquellos, sectores que votarían por un partido conservador, si tal cosa existiera. Todo este complejo social se había expresado en las fórmulas del macrismo a nivel nacional y en distintas expresiones políticas provinciales, que iban desde el radicalismo hasta candidatos de anterior vinculación con el peronismo. Encontraron en el marginal, sin mayores compromisos ni exposición social, el ejecutor perfecto de sus políticas.

Pasados dos años de la asunción de Milei, las elecciones de medio tiempo dieron un muy estrecho triunfo al oficialismo. Como también he dicho en otro lugar:

“en el resultado de ayer (26 de octubre de 2025) ganó, básicamente, el miedo al día posterior a las elecciones. El chantaje financiero de Trump, Bessent y JP Morgan funcionó. Una mayoría del electorado temió un desastre con el dólar a 2000 pesos y un descontrol en la remarcación de precios”3.

La Libertad Avanza, es decir Milei, obtuvo 9.437.000 votos, un poco más de un millón de votos que los que obtuviera en la primera vuelta presidencial en 2023 (8.034.000 votos), pero 5.117.000 votos menos que en el balotaje. Es decir, que mantiene un núcleo duro de protesta y desencanto, pero sin alcanzar una expansión masiva.

Pero, y este es el dato principal, un 40 % de abstención, un 40 % de un electorado que no encuentra rumbo u horizonte. Lejos de significar un giro del electorado a posiciones neoliberales, libertarias y proimperialistas, los votantes argentinos expresan rechazo y desorientación. A mi entender eso se debe a diversas razones, entre las que se puede mencionar el desencanto por la falta de una clara propuesta del partido popular por excelencia que es el peronismo, una modificación sustancial en las condiciones de trabajo de un amplio sector de la juventud, que desconoce y desconfía de la organización sindical, y el hastío por enfrentamientos que llevan varios años y no logran superar la sensación de empate hegemónico, mientras el país retrocede en la mayoría de sus índices. En realidad, ese 40 % es, o debe ser, el eje de la disputa política en el futuro inmediato. Forjar propuestas claras, establecer un diálogo genuino con una juventud que ingresa a un mundo laboral fragmentado y desorganizado, y priorizar los problemas del presente sobre los enfrentamientos del pasado son, posiblemente, algunos de los mecanismos para romper con este punto muerto.


B. Brasil: La Continuidad de Lula en un Escenario Adverso


Por su parte, Brasil sigue demostrando la vitalidad de la conducción de Lula y su enorme capacidad de negociación. Bolsonaro, su enemigo declarado, está a punto de ser llevado a prisión, mientras continúa con detención domiciliaria. Si bien, el Congreso y la diversidad de partidos estaduales, cada uno con sus requerimientos, significan un escollo muy grande y una permanente negociación, Lula ha logrado mantener su caudal electoral, volver a ganar las elecciones y negociar en pie de igualdad con el chantaje de Trump y su intento de arancelar las exportaciones brasileñas a los EE.UU.

Es más, las medidas del gobierno norteamericano, más las intrigas generadas por el hijo de Jair Bolsonaro, Eduardo Bolsonaro -un diputado nacional electo que vive en los EE.UU. dedicado a convencer a la administración Trump de aislar económicamente al Brasil-, solo lograron fortalecer el antinorteamericanismo de los brasileños.
Aún cuando los gobiernos de Lula no han logrado retornar a un crecimiento del sector industrial y la reprimarización del país ha seguido su curso, no se ha consolidado un movimiento que intente retrotraer al país a las condiciones políticas de la dictadura militar.

C. Uruguay: La Excepción Ordenada


El Uruguay ha logrado mantener una notable estabilidad de su electorado a partir de una derecha, como la que constituyen el Partido Nacional y el Partido Colorado, caracterizada por su prudencia, tanto en lo político, como en lo económico, y una izquierda centrista, pragmática y con enorme capacidad de adaptación a las condiciones generales.

La antigua semicolonia inglesa privilegiada ha logrado sobrevivir a los conflictos de los últimos 50 años convirtiéndose, en parte, en un pequeño paraíso fiscal de la burguesía evasora argentina, y, en parte, con un crecimiento nulo de su población.

“En los últimos 12 años, la población uruguaya apenas creció. Los datos preliminares del Censo 2023 muestran que los residentes en el país son 3.444.263, lo que significa que el aumento en comparación al 2011 (cuando se hizo el último estudio) fue de solo un 1%. Sin la población extranjera (unas 60.000 personas), los habitantes de Uruguay hubieran estado por debajo del Censo de 2011.
En el estancamiento de la población de Uruguay se registra otro fenómeno: la cantidad de personas que dejaron el país en los últimos 12 años fueron, al menos, 100.000”4.

También allí podemos apreciar, con el triunfo electoral del Frente Amplio, un punto muerto. No ha habido un corrimiento en la opinión pública hacia posiciones de una derecha neoliberal o libertaria.

D. Chile: La Sombra de la Geopolítica y la Inestabilidad Interna

El resultado electoral en Chile es uno de los datos que más se utilizan para demostrar el corrimiento hacia la derecha de la voluntad popular del continente. Ocurre que hace cinco años, Chile vivió una enorme y espontánea movilización popular, encabezada, sobre todo, por las nuevas generaciones hartas de la alternancia regiminosa. Fueron esas movilizaciones las que desembocaron en una convención constituyente y en el triunfo electoral de Gabriel Boric.

Lamentablemente, la convención constituyente fue escenario de una radicalización meramente ideológica de los convencionales de los grupos de izquierda que determinó la redacción de un texto que, finalmente, fue rechazado por el voto popular. El gobierno de Boric, más allá de los enfrentamientos retóricos con el sistema de la alternancia postpinochetista, no supo, no quiso o no pudo ofrecer al pueblo chilenos las respuestas a las expectativas despertadas por aquellas movilizaciones de 2019. Como ha escrito el analista Marcelo Solervicens:

“Jeannette Jara no consiguió imponer su tema de urna, aunque realizó una excelente campaña, distanciándose del gobierno, presentándose como líder de una coalición que busca mejorar las condiciones de vida de la población y seguir reforzando la seguridad de las personas. Una narrativa que adolece de una narrativa capaz de movilizar los sectores populares en torno a un proyecto país que responda a un contexto internacional crecientemente complejo”5.

Por otra parte, el inesperado 20 % obtenido por el candidato Franco Parisi del Partido de la Gente, es un signo más de esta impasse o momentáneo punto muerto en que se encuentra el estado de conciencia de las grandes masas latinoamericanas. Y me acaba de llegar la noticia de que Francisco Parisi ha recomendado a sus votantes, dar su apoyo electoral a Jeanette Jara. Habrá que esperar al balotaje para saber quien va a gobernar en Chile, pero el análisis del resultado electoral de ninguna manera permite pensar en una “derechización” del electorado chileno.

Pero además, un eventual triunfo del candidato José Antonio Kast, expresión lisa y llana de la ultraderecha libertaria-conservadora en Chile, no significaría, en mi opinión, el establecimiento de un eje Buenos Aires-Santiago. La clase dominante chilena y sus expresiones políticas adolecen de un antiargentinismo estructural que podría terminar como lo hizo la relación entre Pinochet y Videla. Recordemos brevemente. En 1978 la disputa de soberanía sobre tres islas en la zona del Canal Beagle: Picton, Lennox y Nueva, y sus aguas adyacentes al arbitraje escaló al punto de que ambas dictaduras iniciaron fuertes aprestos bélicos. Durante varios meses, Argentina y Chile estuvieron al borde de una guerra, hasta que la intervención del Papa Juan Pablo II logró bajar la tensión.

Un gobierno como el de Kast tendería, por otra parte, a competir con el de Milei en su relación con Trump, con la ventaja comparativa que tiene Chile en su relación con los EE.UU. que es de complementariedad y con una alianza que lleva ya más de 50 años.

2. La Región Andina: estabilidad macro, inestabilidad política y parálisis productiva

A. Bolivia: La crisis del MAS y la fragilidad del nuevo gobierno


Las elecciones bolivianas dieron el triunfo al candidato del partido Demócrata Cristiano, Rodrigo Paz, contrariamente al anunciado triunfo de los candidatos de la derecha tradicional, Jorge “Tuto” Quiroga o el derrotado en la primera vuelta electoral Samuel Doria Medina. Este resultado estuvo determinado por la ruptura del MAS, como consecuencia del duro enfrentamiento que el expresidente Evo Morales llevó adelante contra el gobierno, también del MAS, de Luis Arce.

El resultado, en mi opinión, es de una gran fragilidad. Esto se ha hecho evidente en las declaraciones del vicepresidente de Rodrigo Paz, un joven ex capitán de la Policía Nacional de Bolivia, Edman Lara, cuya figura se popularizó en TikTok por sus denuncias de la corrupción policial. Días atrás ha lanzado un ataque contra el presidente a poco más de una semana de haber asumido. El oportunismo de los acuerdos políticos, la poca densidad política de estas candidaturas circunstanciales, más el hecho de que posiblemente nadie o muy pocos hayan votado pensando en una solución, sino en un mal menor, hacen, insisto, de estos resultados más que un triunfo de los sectores sociales vinculados al imperialismo, un retroceso popular, una especie de estancamiento de las energías transformadoras

También en Bolivia, entonces, nos encontramos con un transitorio cambio en el electorado, como resultado, por un lado, de los límites alcanzados por las políticas tanto de Evo Morales como de su sucesor Arce, no como producto de una “derechización” de la opinión popular.

B. Perú: La Total Inestabilidad Política y la más notoria estabilidad macroeconómica

El caso del Perú quizás sea uno de los más dramáticos de la región, donde una estimable estabilidad macroeconómica se asienta paradójicamente sobre una larga y profunda inestabilidad política. Las destituciones de presidentes legítimamente elegidos y su reemplazo por circunstanciales reemplazantes que se ven obligados a llamar a nuevas elecciones que tampoco garantizan la continuidad del nuevo mandatario ha sido la característica de la situación política peruana. A ello se suma, o quizás es causa de lo anterior, un Congreso Nacional fragmentado y una permanente tensión entre los poderes estatales.

En realidad, tras esta inestabilidad política hay una clase dominante, sólida y estructurada que, al margen y prescindiendo casi de la política, ha establecido una verdadera dictadura económica sobre el país. El extractivismo minero sin industrialización (cobre, oro, zinc, plomo y plata) y la exportación de productos como uvas, arándanos, espárragos, paltas y café, constituyen el grueso de sus exportaciones, que alimenta al capital financiero que es quien ha establecido las reglas desde hace ya más de 35 años. La emigración constante y en aumento de peruanos hacia España y Estados Unidos ha descongestionado la presión social que este estrecho corsé económico genera. Las remesas de los emigrados constituyen un importante sostén de millones de economías familiares en el Perú.

Ello no le ha impedido establecer ventajosas relaciones con China, que llevaron a la inauguración, este año, del puerto de Chancay , una gigantesca infraestructura situada a unos 75 km al norte de Lima, construida por la empresa estatal china Cosco Shipping Ports. Su objetivo es servir como el principal centro logístico para América Latina en la costa del Pacífico y fortalecer el corredor comercial entre Asia y el continente sudamericano como parte de la iniciativa china de la Franja y la Ruta.
El interrogante que propone la situación peruana es si la virtual dictadura del poder económico puede sostenerse en el tiempo sin tensiones y enfrentamientos. Un poder político debilitado y fragmentado, sin capacidad real de decisión, no parece una situación que pueda sostenerse en el tiempo.

C. Ecuador: En un Impasse por la Violencia

Al final de las tres presidencias de Rafael Correa y el restablecimiento de las viejas oligarquías ecuatorianas en el control del país se produjo un paulatino crecimiento de la violencia criminal, sobre todo ligada al narcotráfico. Ecuador se ha convertido en una ruta clave para el tráfico de cocaína. Los puertos marítimos de Guayaquil y Manta son puntos de embarque cruciales para la droga destinada a Europa y Norteamérica. Estas rutas se han convertido en objeto de enfrentamiento de distintos carteles mexicanos (como el Cártel de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación) y bandas albano-kosovares que compiten por el control de las mismas. Por otra parte, la desaparición de las FARC, en Colombia, tras el acuerdo de paz de 2016, generó un vacío de poder en las zonas fronterizas que fue llenado por disidencias y bandas criminales más pequeñas y violentas (como el Clan del Golfo), que intensificaron sus operaciones en Ecuador.

Es interesante destacar que el actual presidente Daniel Noboa, nacido en Miami y heredero de la familia más rica del país, hasta hace dos años, era un personaje desconocido en la política ecuatoriana. La relativa labilidad de la política ecuatoriana, con sus intentos de golpes policiales, candidatos que, una vez asumidos, se dan vuelta el poncho y hasta el asesinato de un candidato presidencial en plena campaña, determinó que el balotaje lo favoreciera. El 23 de noviembre de 2023 asumió la presidencia para completar el período incompleto de su antecesor, el derechista Guillermo Lasso6. El conjunto de los sectores dominantes del Ecuador lograron salir de la encerrona. El país extractivista y exportador, la alianza de las oligarquías de las dos regiones (la Sierra y la Costa) que gobernó desde los tiempos de Velazco Ibarra, respiraba aliviada.

La reducción de la violencia criminal se convirtió en el principal tema de las campañas electorales, incluida la consulta que se llevó a cabo el 16 de noviembre. El resultado de esa consulta se convirtió en una derrota estrepitosa del gobierno del neoliberal Daniel Noboa. Este es otro de los signos de esta situación de punto muerto o “impasse” que viven los pueblos latinoamericanos. 13,5 millones de ecuatorianos votaron en una consulta con cuatro preguntas destinadas a cambiar la constitución ecuatoriana de 2008, aprobada en el primer gobierno de Rafael Correa. La opción “No” se impuso en las cuatro preguntas por márgenes de entre 23 y 6 puntos porcentuales de ventaja7.

Con esos cambios, el gobierno neoliberal y pronorteamericano de Noboa hubiera estado en condiciones de llamar a una Asamblea Constituyente y redactar una nueva constitución que pusiese punto final al ciclo iniciado con Correa. A esto se opuso el resultado de las urnas. Pero implicó también un rechazo al retorno de las bases yanquis en Ecuador.

Y el rechazo a la propuesta de Noboa ha tenido como causas de fondo el deterioro en la salud y la educación, el crecimiento del desempleo y la pobreza. Pero, sobre todo, el fracaso de Noboa en su promesa de reducir la violencia criminal, además de la creciente represión contra los movimientos sociales. Las medidas de ajuste fiscal exigidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la eliminación del subsidio al diesel provocaron una medida de lucha nacional por parte de las organizaciones indígenas durante un mes. En respuesta, el gobierno instaló el estado de sitio en siete provincias y lanzó una fuerte represión que dejó un saldo de tres muertos y cuatrocientos setenta heridos.

El tema de la violencia paraliza hoy toda otra agenda política en Ecuador. Si esta derrota de los intentos continuistas y de la alianza estratégica con EE.UU. continúa en el tiempo y es capaz de consolidar una alternativa al gobierno financierista de Noboa es algo que continúa abierto a la acción de una política de reivindicación nacional y popular. La gravedad de la crisis crea las condiciones para la consolidación de una alternativa popular a la rosca oligárquica que gobierna el país.

D. Colombia: El Cambio Más Importante


El análisis sobre la situación de Colombia en 2025 es, posiblemente, la que más satisfacciones puede proporcionarnos a quienes bregamos por la integración continental y el imperio de los intereses populares sobre los oligárquicos.

Nunca antes el país había tenido un presidente como Gustavo Petro, un ex guerrillero del Movimiento 19 de Abril. Para comprender la trascendencia de su figura, es necesario remontarse al origen mismo de su movimiento, surgido del fraude electoral que impidió la victoria del general Gustavo Rojas Pinilla.

Este ingeniero militar asume como presidente de facto en 1953 e intentó, con relativo éxito, restablecer la paz, rota desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el jefe indiscutido del Partido Liberal. Este crimen, ocurrido curiosamente el mismo día en que la IX Conferencia Panamericana en Bogotá redactaba la Carta de la OEA, marcó a fuego la historia del país. El gobierno de Rojas Pinilla pacificó, como decíamos, y modernizó Colombia al margen de los dos partidos tradicionales que se habían disputado el poder desde los tiempos de Francisco de Paula Santander. Suponía que el “binomio Pueblo-Fuerzas Militares”, según sus propias palabras, serían el instrumento para transformar el país ante el fracaso de las fuerzas tradicionales. De modo que el origen político del actual presidente se encuentra en un movimiento armado y radicalizado de origen nacional.

El 19 de junio de 2022, Gustavo Petro fue electo presidente de la República de Colombia. Traía una exitosa experiencia como alcalde de Bogotá y cincuenta años de experiencia política y legislativa. Su gobierno ha marcado una clara distancia de la política exterior norteamericana y se ha resistido a la nueva Doctrina Monroe lanzada por Donald Trump. Después de años de gobiernos hostiles a la Venezuela chavista, Petro se ha convertido en un firme defensor de la independencia de este país y en un fuerte crítico de las amenazas yanquis. Pese a la resistencia de las viejas oligarquías bogotana y antioqueña, Petro ha logrado robustecer su gobierno y cuenta con un significativo apoyo popular y el declarado respaldo del Brasil gobernado por Lula. No obstante, la presión es feroz: Donald Trump lo ha incluido en la llamada Lista Clinton de personas vinculadas al narcotráfico y la Asociación Bancaria y de Entidades Financieras de Colombia (Asobancaria) de Colombia rápidamente manifestó su acatamiento.

Hay dos ejes decisivos en su política de gobierno: la “Paz Total”, (la completa pacificación de la zonas rurales colombianas, azotadas por guerrillas y narcotraficantes) y la “transición energética”, (el reemplazo de la energía fósil y de defensa del medio ambiente). En ambos objetivos, Petro ha encontrado grandes obstáculos —desde la oposición de los poderes económicos ligados al petróleo hasta la compleja trama de los actores armados— no obstante lo cual su gobierno no se ha debilitado sustancialmente.

He aquí una prueba de que el "impasse" regional no siempre es parálisis: en Colombia, ese punto de inflexión en la opinión pública ha permitido cambios que hace cinco años eran imposibles de pensar.


E. Venezuela: Petróleo y bloqueo

El caso de la patria de Bolívar es completamente diferente al del resto de los países hasta aquí descriptos. En Venezuela se vive desde “el Caracazo” de 1989 una situación revolucionaria. La asunción presidencial de Hugo Chávez en 1999 y, sobre todo, el aplastamiento del golpe cívico-militar, conocido como “el Carmonazo”, dio forma a esas ansias de cambio que se expresaron en la gran revuelta popular contra el presidente Carlos Andrés Pérez y el agotado Pacto de Punto Fijo. Desde el 2002, con el regreso de Hugo Chávez al poder presidencial, se consolidó la alianza entre el pueblo venezolano y sus fuerzas armadas, alianza que ha garantizado la continuidad hasta hoy del gobierno de Nicolás Maduro.

Cito algo que escribí en el año 2008, cuando residía en Caracas:

“Los cuadros políticos que conformaron al movimiento que llevó a Chávez al poder, en 1998, fueron producto de una doble vertiente. Por un lado, el nacionalismo militar de sus camaradas de armas, el rechazo que en las filas castrenses producía la corrupción de la Cuarta República, su sumisión a los norteamericanos y el pensamiento continental de Bolívar como nueva doctrina estratégica generó una nueva esperanza en la población venezolana más humilde. Un comandante joven y valiente, oriundo de los llanos barineses, que en su fisonomía expresa la conjunción de las razas más explotadas y humilladas del país, encarnó inmediatamente el repudio a la ´república puntofijista´ y su estéril reparto del poder para beneficio de una burguesía compradora, coimera y encandilada por lo peor y más vulgar de la cultura norteamericana.

Por el otro lado, el levantamiento y la prisión del comandante Hugo Chávez despertó la atención de dirigentes, militantes y agrupamientos políticos vinculados a la izquierda venezolana.

Como se sabe, durante toda la década del 60, y a impulsos de la revolución cubana, distintos sectores de la izquierda venezolana se alzaron en armas contra los gobiernos de Acción Democrática, -Rómulo Betancourt y sus sucesores- alineados a la política de la Alianza para el Progreso, como alternativa ´democrática´ a la propuesta de Fidel Castro. Estos levantamientos, sostenidos fundamentalmente por militantes de origen universitario, terminaron en duros fracasos, con sus consecuencias de represión y detenciones ilegales, torturas, desaparecidos y asesinatos policiales y parapoliciales. Los gobiernos del partido conservador social cristiano, COPEI, no le fueron en saga y tras las presidencias de Rafael Caldera, se dejaba ver la mano con anillo de los obispos católicos, uno de los episcopados más reaccionarios entre la reaccionaria jerarquía eclesiástica suramericana.

El Caracazo contra el ajuste decretado por Carlos Andrés Pérez, con su miles de muertos, ahondó aún más el duro enfrentamiento, la exclusión social y el enriquecimiento rápido de los sectores privilegiados, que caracterizó a la sociedad venezolana. Entre los años 58 y 94, la llamada Cuarta República gobernó a su antojo, generó una casta política de millonarios con casa en Miami, hijos en universidades norteamericanas y mujeres con implantes de siliconas, mientras en el país se ahondaba la pobreza, las migraciones hacia Caracas y Valencia vaciaban el campo, y en los cerros caraqueños crecían y se multiplicaban los “barrios”.

Esos sectores de izquierda, marginados de la vida política institucional, encontraron en Chávez y los chavistas la posibilidad de dar cauce a su crítica a la alternancia adeco-copeyana. El apoyo dado por Fidel Castro al hombre preso en Yare facilitó que no lo vieran como un militar golpista, como un ´carapintada´ del Caribe, tal como lo vio la inmensa mayoría de la izquierda argentina. Recordemos que en 1994 sólo un grupo de nacionalistas militares, algunos círculos peronistas y la Izquierda Nacional reivindicaron su accionar y lo invitaron a Buenos Aires al salir de prisión”
8.

El intento de democratizar la renta petrolera, reemplazar a la burguesía compradora que se quedaba con el grueso de esa renta, redistribuirla bajo la forma de una presencia social del estado e intentar sentar las bases para una economía nacional productiva recibió el inmediato rechazo de los EE.UU., cualquiera fuese el partido que ocupara la presidencia. El bloqueo, el congelamiento de fondos en el exterior, la escasez de alimentos, la migración forzosa de miles de venezolanos, los sabotajes y los intentos de invasión no lograron modificar en un ápice la voluntad transformadora del chavismo y sus herederos.

Venezuela ha sido el país latinoamericano que más elecciones ha tenido en los últimos 25 años. Los EE.UU. y la miserable burguesía compradora que actúa como su representante no ha podido quebrar la representatividad del gobierno venezolano ni la unidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Su economía, obviamente, se resintió profundamente con las medidas tomadas por EE.UU. y la UE, y tampoco pudo realizar una de las más profundas aspiraciones de Hugo Chávez, una paulatina industrialización de Venezuela y una menor dependencia de las importaciones de la mayor parte de sus artículos de consumo, desde alimentos, hasta indumentaria y automóviles. Sin embargo, el apoyo logrado por parte de países fuera de la región y que forman parte de los BRICS, como Rusia, China e Irán, y una capacidad de negociación con EE.UU. y sus empresas petroleras, le permitió salir del infierno generado por el bloqueo.
Mientras tanto, la vieja oposición “escuálida”, como la llamó Chávez, no ha hecho sino profundizar su envilecimiento. Desde la pantomima del “gobierno de Guaidó”, hasta el actual llamado a la invasión yanqui por parte de la señora María Corina Machado, pasando por el ya olvidado “gobierno en el exilio” de Edmundo González, el antichavismo proyanqui está en retroceso.

En el contexto del “impasse” regional, Venezuela representa un caso único: un equilibrio de fuerzas forjado en la resistencia. Lejos de la parálisis, es un escenario de confrontación activa donde el proyecto chavista, a pesar de no haber logrado superar la dependencia económica, ha demostrado una resiliencia política férrea, sostenido por la unidad cívico-militar y el fracaso de una oposición entreguista.

Aunque, obviamente, el final está abierto.

3. América del Norte

A. México: La Fuerza de Sheinbaum y la Consolidación del Proyecto


El triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, en 2018, significó un importante cambio en las relaciones de fuerza latinoamericanas. Después de 70 años ininterrumpidos de gobiernos del Partido Revolucionario Institucional y 12 años de su rival conservador, el PAN, el movimiento Morena, que reivindica la tradición del cardenismo histórico, llegó al poder. Y el país de Emiliano Zapata y Francisco Villa pareció ponerse de pie, como no lo hacía desde la presidencia de Lázaro Cárdenas, entre 1934 y 1940.

López Obrador puso en marcha una política que denominó “la Cuarta Transformación”. Es interesante saber cuáles son las otras “tres transformaciones” para entender cómo pretendió filiar su política. La Primera Transformación fue la guerra de la Independencia del dominio español. La Segunda Transformación fue la guerra de la Reforma, impulsada por Benito Juárez. La Tercera Transformación fue la Revolución Mexicana entre 1910 y 1917, la primera revolución popular del siglo XX. En esa tradición histórico-política inscribió López Obrador su presidencia.

Los principios básicos de esa política consistieron en una lucha contra la enorme desigualdad social del país. “Por el bien de todos, primero los pobres” constituyó la consigna de justicia social. El otro punto fue la lucha contra la corrupción estatal, la reducción de los salarios de los altos funcionarios y garantizar la transparencia en el funcionamiento del Estado. El tercer elemento, que garantizaba la ejecución de los anteriores, fue revisar y revertir las reformas neoliberales en educación, energía y telecomunicaciones. La idea fuerza fue la creación de un nuevo proyecto de nación, ante el agotamiento del viejo PRI y del liberalismo conservador del PAN.

Fue precisamente el éxito de este proyecto lo que permitió el triunfo de la primera mujer presidenta en los Estados Unidos de México, Claudia Sheinbaum, fiel continuadora de la política de su antecesor.

Por primera vez, desde la década del 30 en el siglo pasado, México volvió a ser una avanzada en la resistencia a la presión norteamericana. Es fundamental entender aquí que México tiene la más extensa frontera con EE.UU., que, además, es una frontera civilizatoria, es el punto de roce de dos civilizaciones, la anglosajona calvinista y la hispano-indoamericana católica.

Hoy México es, junto con Colombia, los dos datos nuevos en el contexto latinoamericano, datos que no existían en las dos primeras décadas del siglo XXI. Una izquierda nacionalista con amplio respaldo popular, capaz de ganar elecciones y de expresar el hastío hacia las políticas de acatamiento al orden yanqui y la hegemonía de sus oligarquías locales, caracteriza a ambos países Acá el momento de “impasse” está pregnado de una enorme potencialidad que puede extenderse al conjunto de la región.

La Disputa por el Sentido del “Impasse”


América Latina, entonces, no asiste al funeral de sus proyectos nacionales ni al triunfo irreversible de la contrarrevolución. Asiste a algo más complejo y profundo: un “impasse” histórico, una pausa cargada de tensiones en la que se redefine el destino del continente.

El ciclo de unidad y audacia que tuvo su cima simbólica en Mar del Plata y su expresión concreta en la derrota del ALCA se agotó no por casualidad, sino por la tenacidad de un enemigo imperial que no descansa y por las propias debilidades orgánicas de nuestros proyectos, que no lograron anclar transformaciones estructurales a prueba de restauraciones.

Hoy, el mapa regional es un tablero de fuerzas en disputa. En un extremo, la Argentina muestra la cara más dramática de este punto muerto: un peronismo en crisis de conducción y horizonte, un 40% del electorado huérfano de representación y un experimento libertario que es la máscara grotesca de la vieja oligarquía, financiado por el capital transnacional y sostenido por el miedo. Es la expresión de un proyecto de recolonización que, sin embargo, no logra consolidar una nueva hegemonía.

Pero este “impasse” no es unánime. Frente a la desorientación argentina y la parálisis de países como Perú o Ecuador, se alzan los dos faros estratégicos de la nueva resistencia: Colombia y México. Con Petro y Sheinbaum, demostraron que es posible torcerle el brazo al destino oligárquico, que una izquierda con raíces nacionales y respaldo popular puede ganar, gobernar y cambiar la relación de fuerzas, aun en la boca del lobo norteamericano.

Este no es un tiempo de derrotas, es un tiempo de definiciones. La pregunta que recorre la región de norte a sur ya no es cuándo llegará la próxima oleada popular y de unidad continental, sino qué aprenderemos de este instante de transición. La tarea urgente es recomponer el lazo con esa multitud desencantada -esa juventud precarizada, ese 40% que no se reconoce en las opciones del pasado-, forjar propuestas claras que hablen de los problemas del presente y reconstruir, desde abajo, una nueva épica integracionista.

La sombra de Bolívar, San Martín, Perón, Fidel Castro y Chávez no nos condena a repetir sus gestas, nos interpela a forjar las nuestras. El legado de la Cumbre de Mar del Plata no es un recuerdo nostálgico, sino una brújula. Nos señala que el único camino para superar este punto muerto es el que siempre fue: la unidad continental, la soberanía económica y la decisión inquebrantable de poner, de una vez por todas, el horizonte de la Patria Grande por encima de los intereses mezquinos de siempre.

Y este desafío se libra en un tablero global radicalmente transformado. El mundo está viviendo un momento de intensa transición. El agotamiento de la hegemonía del capital financiero en el capitalismo occidental, la aparición de nuevos y plurales polos de poder, el paulatino eclipse de Europa y la OTAN y la conversión de EE.UU. en uno de los jugadores en la distribución de poder, perdiendo así su naturaleza de superpotencia, el final de la guerra en Ucrania y la consistente alianza entre la República Popular China y la Federación Rusa, la consolidación de los BRICS+ son, todas ellas, circunstancias que influirán cada vez más en lo sucesivo.

El “impasse”, este punto muerto, esta aparente inmovilidad, es, en definitiva, la antesala de una nueva batalla por la independencia. Y su desenlace no está escrito; se escribe todos los días en la lucha de nuestros pueblos.

27 de noviembre de 2025.

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1 https://fernandezbaraibar.blogspot.com/2005/12/el-siglo-xxi-nos-encontr-por-fin.html
2 Entre el 22 de octubre de 2023 y el 8 de enero de 2024 Javier Milei estuvo alojado en el Hotel Libertador, propiedad del millonario Eduardo Elsztain, presidente de IRSA, una empresa dedicada al desarrollo, propiedad, administración y operación de bienes raíces, con un enfoque en centros comerciales, edificios de oficinas y hoteles. En esos 79, incluída la semana en la que ya había asumido como presidente, Milei tuvo permanentes reuniones con empresarios, economistas y representantes de cámaras empresariales, sin que exista un registro exacto de sus visitantes.
3 https://fernandezbaraibar.blogspot.com/2025/10/superar-el-repliegue-popular-con-un.html
4 https://www.infobae.com/america/america-latina/2023/11/30/el-censo-uruguayo-revelo-que-si-no-fuera-por-la-inmigracion-la-poblacion-hubiera-disminuido-en-los-ultimos-12-anos
5 https://comentariointernacional.com/2025/11/17/chile-se-confirma-balotaje-presidencial-entre-jara-y-kast/
6 https://fernandezbaraibar.blogspot.com/2021/02/ecuador-entre-la-dolarizacion-y-la.html
7 https://comentariointernacional.com/2025/11/22/ecuador-le-dice-no-a-daniel-noboa-y-donald-j-trump/
8 https://fernandezbaraibar.blogspot.com/2008/11/si-se-pierde-petare-si-se-pierde-petare.html

5 de noviembre de 2025

La Revolución Francesa de Milei


El titular del llamado ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, habló en el Hotel Mandarín Oriental Ritz, de Madrid, invitado por algo llamado Nueva Economía Forum, un lobby de empresarios, especialmente financieros, y políticos de la derecha española, que también podría llamarse “Lo de los Rodríguez”, ya que está conducida por José Luis Rodríguez, el presidente, Diego Rodríguez, el director general y Susana Rodríguez, la jefa de Secretaría y Administración. Allí intentó Sturzenegger explicarle a los españoles, que nunca tuvieron muy en claro qué fue la Revolución Francesa, que el proceso de liquidación nacional que vive la Argentina “sería como el Luis XVI (último rey francés con poderes absolutos); los sindicatos serían la Iglesia, y los empresarios prebendarios o cortesanos serían los terratenientes. Entonces Javier Milei, la Revolución Francesa”. Insisto, intentar vender esta chapucería histórica a los empresarios españoles, que se hicieron ricos bajo una monarquía impuesta por un régimen dictatorial montado sobre una guerra civil y 150.000 ejecuciones posteriores a ella, se le puede haber ocurrido solamente a este peligroso farabute.

El historiado inglés Eric Hobsbawm, en su clásico “La Era de la Revolución”, sostiene que lo que define a la Revolución Francesa no es la mera ruptura con un statu quo, sino su carácter doble: fue una revolución burguesa que, actuando bajo la bandera universal de la Ilustración, desató fuerzas sociales y políticas que transformaron irreversiblemente al mundo. El gobierno de Milei, del que Sturzenegger es alcahuete, no solo no encaja en este modelo, sino que representa su antítesis en aspectos fundamentales. Sigamos un poco a Hobsbawm:

El Proyecto Burgués y la Construcción de un Mercado Nacional
Dice Hobsbawm que la Revolución Francesa fue el instrumento de la burguesía ascendente para barrer con las estructuras feudales (privilegios aristocráticos, los viejos gremios medievales, leyes locales) que impedían la creación de un mercado nacional unificado y un Estado moderno. El lema “¡Libertad, Igualdad, Fraternidad!” tenía una base material: crear las condiciones legales y administrativas para el desarrollo capitalista.

El gobierno al que pertenece el farabute, lejos de fortalecer el mercado interno y la industria nacional (lo que en términos clásicos se denomina la burguesía nacional), su programa de desregulación extrema y apertura importadora precipita la desindustrialización y el debilitamiento de las cadenas productivas locales. No se está construyendo un mercado nacional más robusto, sino que se lo está subordinando a los intereses del capital financiero internacional y a la importación, algo que Hobsbawm y nosotros identificaríamos más con un modelo colonial o de dependencia que con una revolución burguesa clásica.

La “Doble Revolución”: la Política y la Económica
Dice el autor inglés que la singularidad de la era 1789-1848 fue la “doble revolución”: la fusión Revolución Francesa (política) y la Revolución Industrial británica (económica). La política dejó de ser un asunto de las cortes y los cortesanos para convertirse en el campo de batalla de ideologías (liberalismo, conservadurismo, socialismo) y de sectores sociales que buscaban impulsar un cambio social y económico.

Por el contrario su gobierno insiste en presentar su programa como una verdad económica “inevitable” y “técnica”, por encima de la política y sus presupuestos ideológicos. Esto es todo lo opuesto al espíritu de la Revolución Francesa, que elevó el nivel político de las masas y afirmó que era la soberanía popular (no los dogmas de mercado) la que debía decidir el destino de la nación. Mientras la pandilla de Milei y Sturzenegger predican el “fin de la política”, la Revolución Francesa fue su explosivo renacimiento.

La Movilización Popular y la Conquista de Derechos
Hobswaum también explica que la Revolución Francesa no la hicieron unos pocos iluminados desde arriba. Fue un proceso masivo, caótico y popular (el Terror, los Sans-Culottes) que, con todos sus excesos, conquistó y universalizó el concepto de “derechos ciudadanos”. Abrió la puerta a las luchas por los derechos sociales que vendrían en el siglo XIX y XX.

La gestión de Milei se caracteriza por una concentración de poderin precedentes en el Ejecutivo, el uso de DNUs para eludir el debate legislativo y una retórica y una práctica que estigmatiza y reprime la protesta social. Mientras la Revolución Francesa expandió derechos, las políticas de ajuste que implementan Milei y Sturzenegger restringen derechos sociales y laborales (ley ómnibus, reforma previsional), aumentan la pobreza y debilitan el poder adquisitivo de la mayoría. Es una redistribución del ingreso, pero hacia arriba, no hacia el pueblo.

Una idea de redención universal

La Revolución Francesa se vio a sí misma como un faro para la humanidad. Sus ideales eran universales y se exportaron a través de las guerras revolucionarias y napoleónicas, que, aunque tenían una naturaleza de imperialismo político, llevaron consigo la modernización jurídica (el Código Napoleónico) y administrativa y generaron revueltas de signo parecido en los países de Europa.

Lu retórica de Sturzenegger -como lo demuestran estas declaraciones-, si bien es confrontativa, no propone un ideal universal emancipador. Por el contrario, se basa en un enfrentamiento entre “los que ajustan” (el gobierno) y “los vividores del Estado” (el conjunto de la sociedad), o en una visión que celebra el alineamiento incondicional con potencias extranjeras y capitales globales, sin un proyecto de integración regional o liderazgo de ideas a escala global.

En resumen, la Revolución Francesa fue un proceso de construcción de un nuevo orden burgués y moderno, que movilizó a las masas, expandió derechos y cambió la concepción misma de la política.

El gobierno del que forma parte Sturzenegger no puede ser equiparado a ello. No está construyendo un nuevo orden social más justo o moderno, sino desmantelando uno preexistente. No está expandiendo derechos, sino restringiéndolos en nombre de un equilibrio fiscal. No está movilizando al pueblo, sino gobernando a pesar de él.

Lo que llama “revolución” se parece más, en todo caso, a lo que Hobsbawm describiría como una “contrarrevolución burguesa radical”: la imposición desde el Estado de un capitalismo fundamentalista que busca desmontar los logros sociales y las conquistas democráticas del pueblo argentino a lo largo de 80 años que, irónicamente, son en parte el legado histórico de las revoluciones que comenzaron en 1789. Sturzenegger no se refiere al 1789 de la Toma de la Bastilla, sino al 1789 de los intentos de la aristocracia por frenar el curso de la historia.

Pero esto no es nuevo en el liberalismo semicolonial. El efecto Coriolis en materia de ideologías importadas hizo que quienes se identificaron abstractamente con la Revolución Francesa terminaran enfrentando a las propias manifestaciones populares capaces de reproducir, bajo las propias condiciones y con las características locales, los intereses y objetivos de aquella. Así fue como se enfrentaron a Artigas, a los caudillos provinciales, proclamaron que no había que ahorrar sangre de gauchos, aplastaron al Paraguay de Solano López, se opusieron al voto universal, secreto y obligatorio, dieron golpes de estado contra gobiernos que expresaban el contenido democrático y popular del París de 1789, como el de Perón, impusieron un baño de sangre con Martínez de Hoz y Videla y hoy, con Milei, Sturzenegger, el ludópata Caputo, intentan atar a la Argentina al carro empobrecedor y decadente del imperialismo norteamericano, llamando a eso una “Revolución Francesa”.

Esa es la patraña de este farabute semiletrado.

5 de noviembre de 2025.

28 de octubre de 2025

Superar el repliegue popular con un sólido y posible programa de futuro

Por supuesto que toda situación tiene múltiples causas. Pero en mi opinión, en el resultado de ayer ganó, básicamente, el miedo al día posterior a las elecciones. El chantaje financiero de Trump, Bessent y JP Morgan funcionó. Una mayoría del electorado temió un desastre con el dólar a 2000 pesos y un descontrol en la remarcación de precios.

Después, creo, vienen otras causas: la debilidad de nuestra campaña, nuestros enfrentamientos intestinos sin resolver, la ausencia de una clara respuesta programática a la Argentina real 2025, entre otras.
Las conversaciones de los días miércoles, jueves, viernes y sábado, entre quienes seguimos la política desde el peronismo, eran alrededor del desbarajuste macro y microeconómico que se produciría de ganar Fuerza Patria y perder el gobierno. Y no teníamos una respuesta a lo que podríamos hacer.

El electorado, mayoritariamente, entendió lo mismo y votó para evitar ese desbarajuste, que produciría una vorágine de precios.

Haber desdoblado la elección fue un éxito, además de una necesaria respuesta política al intento de dejar al gobernador de la provincia sin apoyo legislativo. Ello permitió la consolidación de Kicillof en la provincia y dejó expuesta la endeblez de la conducción nacional del PJ.

El gobierno ganó a gatas las elecciones. Pero sigue con el mismo problema: su plan económico es un fracaso, si es siquiera un plan. Nosotros tenemos que presentar claramente un programa superador que no está en el pasado. Desarmar la hegemonía del capital financiero -impuesta sin modificaciones en el país desde los tiempos de Martínez de Hoz y hoy fortalecido por una de las bandas del capital financiero yanqui- debe ser uno de los principales objetivos políticos, se lo presente como se lo presente.

Delimitarnos claramente de la inflación a la cual, con razón o sin ella, hemos quedado pegados. Plantear un nuevo programa que amplíe y diversifique nuestras exportaciones, explicar la necesidad de la incorporación a los BRICS, convencer de que podemos poner nuevamente en movimiento el aparato productivo sin inflación, por lo menos con la misma inflación que la que tenemos.

Cuando digo a la Argentina real 2025 me refiero a las importantes transformaciones que ha sufrido la clase trabajadora -que debe volver a liderar una política de alianzas con los sectores medios urbanos y rurales-, con la aparición de la informalidad, del trabajo en apps, lo que ha modificado al movimiento obrero que conoció históricamente el peronismo. Todo el sistema laboral e impositivo debe ser objeto de una reforma, no a favor del capital como pretende Milei, sino a favor del pueblo, de los trabajadores. Pero eso necesita ser planteado y discutido.

Igualmente, tenemos que discutir cómo hacemos con el permanente chantaje de los sectores exportadores que nos genera una sed de dólares que obligan a maniobras como el cepo y esas cosas. Tenemos que dejar claro, como te dije, que a nosotros tampoco nos gusta la inflación, que nos comprometemos a luchar contra ella y garantizar, no obstante, un mayor desarrollo productivo e industrial.

E imperioso formular nuevas políticas industriales que pongan en movimiento el capital invertido e inmovilizado por las políticas neoliberales financieras, pero que además se despliegue sobre el conjunto del país, con un carácter federal. Tenemos que dar respuesta a la puesta en marcha de nuestros codiciados recursos naturales, poniendo el énfasis en las posibilidades de su industrialización, evitando caer nuevamente en la mera exportación de materias primas. Para ello es nuestro deber, en el futuro más inmediato, restituir la vigencia de un fuerte y sólido estado productivista en condiciones de asociarse con el capital privado en la industrialización de nuestros recursos, así como estado nacional y popular de inversión social, dirigida a solventar el ejercicio de la justicia social, es decir en educación, sanidad, vivienda, previsión social, etc. como línea conductora de los presupuestos nacionales.

Esas son algunas de las cosas que tendremos que discutir de aquí al 27, si queremos ser una alternativa creíble para la mayoría. Es ofreciendo un futuro posible y al alcance de las manos como el movimiento nacional, en alianza con todas las fuerzas dispuestas a asumir este ideario, podrá superar este momento de repliegue popular y de nostalgia por el pasado.

27 de octubre de 2025

17 de octubre de 2025

Un vital sobreviviente de 80 años


El final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, dejó a las antiguas potencias coloniales (Reino Unido, Francia, Países Bajos, etc.) económicamente devastadas y militarmente exhaustas. Esa situación abrió cauce histórico a la aparición de movimientos de liberación nacional en todo el mundo colonial y semicolonial. La Guerra Fría, por otra parte, y las tensiones internacionales que generó facilitaron y alimentaron la lucha por la autodeterminación nacional.

En Asia, la entrada en Beijing del Ejército Popular, conducido por Mao Tse Dong y el Partido Comunista Chino, puso a la República Popular China en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, junto a los triunfadores de la Segunda Guerra. India, conducida por el Partido del Congreso, conquista su independencia nacional, en 1947. El Viet Minh, liderado por Ho Chi Minh, declaró la independencia de Vietnam en 1945 tras la rendición japonesa y se inicia la guerra de liberación contra el dominio francés que culmina en la batalla de Dien Bien Phu, entre el 13 de marzo y el 7 de mayo de 1954. La victoria aplastante del Việt Minh, al mando del General Võ Nguyên Giáp, forzó a Francia a negociar y puso fin a la guerra. Los líderes nacionalistas Sukarno y Hatta declararon la independencia de Indonesia en 1945, lo que llevó a una guerra revolucionaria contra los Países Bajos, que intentaron restablecer su control. Indonesia obtuvo el reconocimiento internacional de su independencia en 1949.

En Asia Occidental, Siria y Líbano consiguieron su completa independencia de Francia en 1945-1946.

En el norte de África, Egipto, tras la humillante derrota en la guerra árabe-israelí de 1948, se fortalecieron los movimientos anti-monárquicos y anti-británicos, que culminarán con la Revolución Egipcia de 1952 liderada por Gamal Abdel Nasser y los Oficiales Libres.

En el caso de la colonia francesa de Argelia, aunque la independencia se obtuvo recién en 1962, el sentimiento nacionalista se cristalizó tras la represión de las protestas independentistas en Sétif y Guelma en 1945, que marcaron el inicio del camino hacia la Guerra de Independencia de Argelia, que se desarrolló entre 1954 y 1962.

En el África subsahariana los movimientos fueron más lentos y recién en la década del 60 obtuvieron la independencia, pero el período de posguerra fue fundamental para su organización. En Ghana, el movimiento liderado por Kwame Nkrumah se intensificó con campañas de “autogobierno ahora” y así se convertiría en el primer país subsahariano en obtener la independencia en 1957. En Kenia surge el movimiento anticolonial Mau Mau, que llevó a una violenta rebelión contra el dominio británico en la década de 1950. Mientras que en el África dominada por el colonialismo francés se creó el Rassemblement Démocratique Africain (RDA) en 1946, un partido que luchaba por los derechos de los africanos dentro del sistema francés, sentando las bases para futuras demandas de independencia. Curiosamente, este prudente movimiento inicial, que solo buscaba que sus países fueran considerados parte de la Francia de ultramar, luego de 80 años de brutal expoliación colonial, están desarrollando ante nuestros ojos el más apasionante proceso de liberación nacional, como hemos visto en Burkina Fasso.

El Congo tuvo que esperar hasta la década del 60 para liberarse del brutal y salvaje colonialismo de la suave Bélgica. Y la perfidia de la infame testa coronada de Balduino llevó a cabo una retirada tan acelerada que no hubo una transición real de poder. Dado que los belgas habían evitado formar una élite política y administrativa, el Congo se independizó con solo unos 30 graduados universitarios en todo el país y sin oficiales africanos en el ejército. Todo ello sumió al país en un caos y balcanización de los cuales aún no ha logrado recuperarse.

En 1948 se produce lo que se ha llamado El Cisma Yugoslavo. Josip Broz, el Mariscal Tito se enfrentó abiertamente a Stalin y fue expulsado del Kominform. La causa fue la insistencia de Tito en que Yugoslavia tenía derecho a seguir su “propio camino hacia el socialismo”, sin someterse a los dictados de Moscú. Fue, quizás, el ejemplo más puro y exitoso de un movimiento nacional periférico que logró una autonomía genuina durante la Guerra Fría.

En América Latina, el final de la segunda guerra también tuvo su impacto. En Venezuela aparece Acción Democrática, un partido de las clases medias que pugnan por el aprovechamiento de la generosa renta petrolera para industrializar el país. En la Argentina, en un día como hoy de hace 80 años, el pueblo argentino arranca a Juan Domingo Perón de la prisión y da inicio a un proceso de nacionalización de la renta agraria, de industrialización y de distribución democrática de los excedentes, rompiendo con el predominio inglés y oligárquico en la economía y la política. Unos años después, Getulio Vargas, de nuevo en la presidencia del Brasil, profundiza su programa nacionalista e industrializador, con apoyo popular. En Bolivia, el MNR, a partir de 1952, nacionaliza las minas de estaño y lleva a cabo una radical reforma agraria.

Este largo proemio histórico viene a cuento por algo que es único y exclusivo del peronismo. Si de esta enumeración, sacamos aquellos procesos en los que una revolución radical y una guerra civil crearon un nuevo estado, los dos únicos movimientos que, en el mundo, han logrado sobrevivir a las convulsiones de la segunda mitad del siglo XX y la cuarta parte del siglo XXI son el Partido del Congreso de la India y el peronismo de la República Argentina.

El gran Kwame Nkrummah, el noble Gammal Abdel Nasser, que nacionalizó el Canal de Suez de manos de Inglaterra y unos inversores franceses, Sukarno, el triunfador sobre los holandeses, el mariscal Tito, cuyo retrato vi en los hogares de todos los yugoslavos migrantes en Suecia, Rómulo Gallegos y Rómulo Betancourt, los dos presidentes adecos, Víctor Paz Estenssoro, el expropiador de las minas de los “barones del estaño”, Patiño, Hochschild y Aramayo, y hasta Getulio Vargas, el suicida heroico, son nombres que a lo largo de esos 80 años se han ido empalideciendo hasta caer casi en el olvido. Algunos de ellos fueron derrotados, otros sucumbieron a las trampas del enemigo antinacional, otros, como el Mariscal Tito, fueron arrastrados en el feroz torbellino de una guerra civil provocada por el imperialismo.

Pero el nombre de Juan Domingo Perón sigue indeleble en el corazón del pueblo argentino. Su voz, sus dichos, sus cavilaciones entre políticas y filosóficas, sus escritos y sus discursos siguen vivos en la tradición política argentina. Es el único jefe popular surgido después de la guerra cuyo movimiento sigue preocupando al imperialismo yanqui y es el único cuyo apellido surge como alternativa incontrastable y poderosa a la injerencia norteamericana en la política argentina.

Ayer tuve una reunión con un dirigente gremial, el secretario general del Sindicato de Obreros Navales, Juan Speroni. Es un hombre de característica extracción obrera. Su escuela ha sido la lucha sindical y política. Y de su boca escuché un extraordinario discurso nacional, una inteligentísima visión del mundo contemporáneo y de la política internacional, en donde las citas, las referencias y las menciones a Perón eran de una precisión quirúrgica.

He tenido la suerte de recorrer bastante mundo y conocer mucha gente de toda condición. Solo en Cuba se puede oír “como decía Fidel” o en Venezuela “como decía Chávez”. Pero ambos son contemporáneos. Cuando un trabajador argentino o una dirigente social del Chaco dice “como decía Perón” se está refiriendo a un hombre al que no conoció personalmente, que nació a fines del siglo XIX, y que desde hace 51 años no está entre nosotros. En realidad, lo que hace es expresar la vitalidad, la energía y la enorme potencialidad transformadora que, afortunadamente, aún tiene el movimiento creado por aquel coronel y por los trabajadores que lo sacaron de la prisión oligárquica hace hoy, exactamente, 80 años.

Buenos Aires, 17 de octubre de 2025

3 de octubre de 2025

Para evitar un nuevo revisionismo dentro de 100 años

Cuentan que Lenin tenía la costumbre de avisar personalmente a cada compañero con el que iba a polemizar en un congreso o reunión del comité central.

Lo hacía con el objeto de no enturbiar con ataques sorpresivos las relaciones personales entre compañeros de lucha e ideas. Esta costumbre se perdió, con muchas otras cosas, en el ciego y despiadado torrente del stalinismo y el uso de la policía para dirimir discusiones político-ideológicas. De modo que la posteridad asumió que Lenin era un fanático discutidor que eliminaba con un tiro en la nuca a quienes no pensaban como él. Por el contrario llegó a la hoy casi inconcebible tolerancia de aceptar que dos de sus mejores hombres publicaran en la prensa los planes de la insurrección de Octubre, algo que sólo quince años después, muerto Lenin, les valió el mote de esquiroles de la Ojrana, la policía secreta del zar. Creo que la costumbre del jefe de la insurrección de Octubre debe ser reivindicada e imitada.

Todo este proemio para informarte que acabo de enviar al diario -en el suplemento que dirige Federico Bernal- una, lamentablemente, extensa nota discutiendo tus puntos de vista del editorial del 2 de abril pasado.

La nota en cuestión va adjunta al presente mensaje con el propósito leninista de que seas el primero en conocerla.

Espero que pueda salir publicada. De no ocurrir no me queda duda de que se trata de razones de espacio. Lo digo con sinceridad. Buscaré entonces algún otro canal.

Te dejo un abrazo fraternal 1.

JFB


El 2 de abril de 2012, en este mismo diario, el columnista Hernán Brienza, miembro, como quien esto escribe, del Instituto del Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, publicó un artículo con motivo de los 30 años del inicio de la Gesta de Malvinas. A raíz de lo publicado por Brienza en esa oportunidad inicié con él una comprimida discusión en su página de Facebook. Como el tema amerita mayor reflexión y espacio, me permito utilizar esta columna, para ampliar los conceptos que me llevan a contradecir el punto de vista del respetado columnista y compañero. Como es muy fácil pelearse y muy difícil encontrar, como ha sido el caso con Brienza, nuevos compañeros que recojan las viejas banderas, he tratado de mantener la discusión en el marco de la fraternidad y respeto que deben caracterizar las relaciones entre partisanos.

Sobre la naturaleza política del 2 de Abril


La primera afirmación que consideramos errónea al principio mismo del artículo de Brienza es la siguiente:

“... por ninguna razón, motivo o inspiración podemos decir que los sucesos del 2 de abril de 1982 constituyeron una gesta nacional y popular”.

Los sucesos del 2 de abril de 1982, es decir la recuperación militar para la soberanía nacional de nuestras islas irredentas, dieron origen a una verdadera gesta nacional y popular, como se pudo observar de inmediato con la alborozada, entusiasta y espontánea adhesión del pueblo argentino a dicha recuperación. Este entusiasmo pudo verse en todas las plazas del país y principalmente en la de Mayo -ágora de nuestras más importantes decisiones políticas- ocupada, entre otros, por muchos de los hombres y mujeres que dos días atrás habían sido salvajemente apaleados por la policía del régimen. Incluso entre los exilados y perseguidos por la dictadura cívico militar la noticia generó una respuesta de solidaridad y las embajadas argentinas -hasta entonces vistas con justificado recelo- comenzaron a llenarse de compatriotas que se ofrecían como voluntarios.

Quien esto escribe encabezó, en Estocolmo, una manifestación hasta las verjas de la Embajada Británica, donde se quemó una Unión Jack, símbolo ominoso de la ocupación colonial. Al día siguiente, un grupo de argentinos y suecos concurrimos a nuestra embajada para exigir se pusiera a nuestra disposición, como ciudadanos argentinos, los elementos necesarios para redactar y enviar comunicados de prensa en apoyo, justamente, a la gesta que se había iniciado ese día. Comenzamos a recorrer las redacciones de los medios de prensa para exponer nuestro punto de vista que era de repudio a la dictadura cívico-militar y de ratificación de la reconquista de nuestro territorio usurpado. Vale la pena mencionar que la atención con que hasta ese momento habían sido recibidas nuestras declaraciones en la prensa sueca desapareció como por encanto. Unos argentinos exiliados denunciando las tropelías de la dictadura proimperialista eran motivo de conmiseración y pena. Pero esos mismos hombres y mujeres reivindicando un acto de voluntad nacional contra una potencia imperialista ya no despertaban solidaridad ni simpatía.

Como pueden recordar todos los que vivían en el país en aquellos días, las canchas de fútbol fueron testigos de la adhesión popular a la recuperación de las islas y de la solidaridad con los oficiales y soldados que estaban en el frente de guerra. Y bajo ningún concepto, ninguna de esas expresiones confundía el apoyo a la recuperación de Malvinas con un apoyo a la dictadura militar. Por el contrario, todavía se recuerdan los cantos de las tribunas adhiriendo a la acción militar austral y repudiando a Galtieri y la dictadura.

Es por todo ello que discrepo abiertamente con la aventurada afirmación de Brienza. El 2 de abril de 1982 se inició, guste o no, una gesta nacional y popular.

Los caprichos de Clio


Escribe Hernán Brienza:“Nada tienen que ver los reclamos contra el enclave colonialista inglés y los sentimientos de dolor por el injusto despojo de territorios (...) que nos embargan a los argentinos con la desquiciada decisión individual de un dictador o de un grupo minúsculo que (...) consideró un acto heroico mandar a la muerte a una segunda generación de jóvenes en menos de siete años de dictadura cívico-militar”.

Entiendo de sobra -y es algo que muchos de nosotros venimos repitiendo desde hace 30 años- la dificultad que representa asumir la contradicción en la que incurrió el propio régimen militar al reconquistar Malvinas. Los caprichos de Clío han desconcertado muchas veces a espectadores y protagonistas. No fue otro que el virrey del Imperio Otomano Mehmed Ali Pasha quien, en 1805, encabezó la independencia de Egipto convirtiéndose en el sultán Muhammed Alí e iniciando la creación de un estado nacional moderno. O, más cercano a nuestros días, no fue sino el extravagante play boy Norodom Sihanouk, coronado monarca de Camboya a los 19 años y heredero de una corona cómplice con la dominación francesa, quien encabezó, en 1953, la independencia de ese país del democrático protectorado colonialista.

Pero me resulta casi imposible de entender que Brienza no sepa que nuestros heroicos muertos durante la guerra de Malvinas fueron matados por balas inglesas, por cañones ingleses, por torpedos ingleses y no por las balas de una dictadura que, es cierto, había asolado al país -y continuó haciéndolo después de la derrota en la batalla austral- a sangre y a fuego. No puedo creer que Hernán Brienza considere que los 323 muertos por el ataque aleve y criminal al Crucero General Belgrano haya que atribuírselos a la dictadura.

Creo que esta opinión del compañero Hernán Brienza se deriva de su dificultad para entender que la guerra, más allá del sentido y las razones que quisiera haberle dado la cúpula militar, era de naturaleza intrínsecamente liberadora. Y fue eso, la naturaleza justa, legítima y anticolonial de la guerra, lo que generó el inmediato apoyo de los países latinoamericanos. Panamá votó a favor de la Argentina en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El secretario general de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, hizo dudar sobre su imparcialidad, moviéndose a favor de la Argentina, mientras el gobierno de su país envió aviones y aviadores dispuestos a participar en la contienda aero-naval. Venezuela defendió a viva voz a la Argentina mientras que su embajador en Buenos Aires se convertía en un vocero de la justicia de la causa y de la guerra. Sólo la dictadura de Pinochet mantuvo su torva hostilidad hacia la Argentina mientras sus FF.AA. daban información estratégica a la Task Force inglesa. Obviamente no era la admiración al sistema democrático y la soberanía popular o el horror ante las violaciones de los Derechos Humanos lo que guiaba la política del déspota trasandino. Era su lealtad a la OTAN y su sumisión a los EE.UU. y Gran Bretaña lo que dictaba su conducta.

Es muy probable que en el ánimo de la Junta Militar de entonces haya estado la ensoñación que se le atribuye. Pero es mucho más comprobable y demostrable que esa decisión abrió la caja de Pandora del espíritu patriótico de los argentinos y de Patria Grande de los suramericanos. Entre el 2 de abril de 1982 y el final de la Guerra de Malvinas, América Latina volvió a vivir el espíritu bolivariano y sanmartiniano de las luchas por la Independencia y comenzó la latinoamericanización de nuestro reclamo que hoy es ya política oficial de la UNASUR.

La “opción” de celebrar


De ahí se deriva esta, a mi entender, errónea afirmación de Hernán Brienza: “el pueblo argentino (...) no encontró mejor opción que celebrar la recuperación y hacer suya una guerra que no era suya”. Para el pueblo argentino no fue una opción, Hernán. No había posibilidad de optar entre lo que hizo o lo contrario. Fue simplemente la identificación inmediata de que en esa decisión tomada inconsultamente se jugaban casi 150 años de incesante reclamo, de aspiraciones frustradas, de extrañamiento de “La Hermanita perdida”. Por eso la afirmación posterior contradice todo lo dicho hasta ese momento: “Es sencillo: fue el pueblo y sólo el pueblo el que dotó de contenido nacional un conflicto armado decidido, paradójicamente, por una elite cívico militar que había instaurado en el país un modelo económico que favorecía a las empresas y a las finanzas trasnacionales y al capitalismo concentrado en la Argentina y había propinado un cruel ajuste y empobrecimiento de los sectores populares”.

Así es. Es lo que ocurrió el mismo 2 de abril en el momento en que ese mismo régimen, que con exactitud define Hernán, decidió recuperar las islas. Por eso en ese día recordamos la gesta de Malvinas. Y mucho más contradictorio con su descalificación del 2 de abril es lo que escribe a continuación: “Fueron la alegría, la solidaridad, el anticolonialismo que surgieron de los hombres y mujeres de a pie, el heroísmo de los soldados –y no digo chicos– y de un sector de la oficialidad con conciencia nacional los que hicieron que la aberración del 2 de abril se pareciera a una gesta”.

Hernán, ninguno de todos esos decisivos protagonistas que mencionás lo consideró una aberración, sino una gesta. La naturaleza cipaya y criminal de la dictadura te produce una confusión que no la tuvo el pueblo argentino en aquella oportunidad. Por otra parte, si la decisión del 2 de Abril tuvo algo de aberrante, lo fue para con la Junta Militar que la adoptó, al ponerla en el centro de la mayor contradicción de nuestro tiempo: el enfrentamiento entre los países imperialistas y colonialistas y el mundo semicolonial o periférico. Y, para colmo, puso a la Junta, por primera y única vez, del lado correcto.

Una guerra legítima y un gobierno ilegítimo


¿Qué importancia tiene entonces que “La Guerra de Malvinas (...) no fue el resultado de las deliberaciones y necesidades de distintos sectores de una sociedad que deciden alzarse en armas contra el colonialismo del que son víctimas”? En primer lugar ninguna guerra de liberación es el resultado de ese manual de procedimientos. El hecho de que una guerra sea adoptada por un parlamento democráticamente elegido no incide sobre su naturaleza. La aprobación por parte del Congreso norteamericano del envío de tropas a Irak no modifica el carácter imperialista, injusto e ilegítimo de esa decisión. El hecho de que hayan sido los jefes del Frente Nacional de Liberación de Argelia, y no el pueblo argelino reunido en congreso, quien haya iniciado su guerra por la independencia no modifica en un ápice la naturaleza justa, legítima y popular de la misma. Pensar lo contrario es formalismo democratista, algo que contradice abiertamente el realismo de nuestro pensamiento nacional y popular.

Tampoco es cierto que la decisión del '82 haya sido una “aberración geopolítica absoluta”. Brienza no da ningún argumento para sostenerlo, pero los numerosos testimonios ingleses sobre lo cerca que Argentina estuvo de obtener un resultado favorable nos eximen de mayor explicación. Coincido también en esto con Jorge Abelardo Ramos cuando afirma: “Iniciar y consumar la recuperación de las Malvinas fue una victoria política y estratégica en sí misma (ya que rompió la inmovilidad de un siglo y medio) y la rendición de Puerto Argentino constituyó una derrota táctica, pero que no alteró el significado global de la guerra y su positivo valor histórico. Justamente la idea de que la guerra fue perdida es la que manipula el Servicio Secreto Británico y los 'partidos políticos de la rendición incondicional', que parasitan en la Argentina” (Prólogo al Informe de lord Franks, 1° de marzo de 1985).

La guerra y los derechos humanos

El otro punto que desvela a Hernán Brienza -con mucha menor conmiseración que otros comunicadores, hay que decirlo- es el relativo a la supuesta violación de los Derechos Humanos de la tropa por parte de nuestra oficialidad. Argentina ha tenido el singular privilegio -común a muy pocos países del orbe- de no haber participado directamente en un conflicto bélico desde la infame Guerra de la Triple Alianza -de naturaleza simétricamente opuesta a la de Malvinas, por otra parte-. Esto le ha dado a nuestro pueblo una ingenua ignorancia sobre las condiciones en que se desarrolla una guerra. Pese a haberlo visto miles de veces en películas norteamericanas o europeas, la brutalidad, el desprecio por la vida propia o ajena, la crueldad disciplinaria, el inapelable verticalismo castrense, le resultan reconocibles y propios de esas películas, pero extraños y ajenos a nuestras tradiciones de convivencia. Pero la verdad es que así es la guerra. Un estado en el que, de alguna manera, se suspenden los derechos humanos y la obediencia y la disciplina son fundamentales para el cumplimiento del objetivo: matar más soldados enemigos que los que el enemigo mate en nuestras filas. No intento con esto negar el hecho de que, como en toda guerra y, más aún, en toda actividad humana, no se hayan cometido injusticias y arbitrariedades, pero plantear la Guerra de Malvinas -como lo hace la película “Iluminados por el Fuego” o la tapa de Página 12 de este 2 de abril- como una guerra entre oficiales y soldados … argentinos, es un notable y pernicioso dislate.

El propio Brienza cae aquí en una nueva contradicción: “Leía la otra noche, durante un breve viaje que realicé a Jujuy, las instrucciones de Manuel Belgrano para el mal llamado “éxodo jujeño”. El valiente político y militar dispuso que el Ejército Auxiliar custodiara la retirada del pueblo en la retaguardia, cubriéndole las espaldas a esos miles de hombres, mujeres y niños que abandonaban todo en defensa de su libertad. Gesta popular y nacional es eso, no estaquear soldados mal alimentados y mal abrigados sobre la tosca malvinense”. Tomar al improvisado general Manuel Belgrano como ejemplo es, en principio, un error o un desconocimiento. Manuel Belgrano gozó, durante su corta carrera militar, de una fama de implacable disciplinarista y de frecuente estaqueador. El propio Manuel Dorrego fue víctima, y posiblemente justificada, del rigor disciplinario del general abogado. Por otra parte, de los miles de veteranos de la guerra de Malvinas, son muy pocas la denuncias sobre este tipo de hechos a los que cierta retórica pretende llamarlos de lesa humanidad. ¿Hubo casos de injustos castigos? Seguramente sí, los hubo, como los ha habido y seguirá habiendo en cada oportunidad en que el furor de Marte gobierne la conducta de los humanos. El puñado de hombres que en 1964 se juntó en Orán, Salta, para iniciar una actividad guerrillera terminó fusilando a dos de sus miembros por supuestos actos de indisciplina y, por otra parte, fueron los únicos muertos que el grupo ocasionó. Bolívar no dudó en fusilar a quien posiblemente fuese su mejor hombre, el general Manuel Piar, y a todos sus compañeros. Las fuerzas militares destacadas en Malvinas no se dedicaron a estaquear soldaditos, como afirma Brienza, aunque lo hayan hecho. Prueba de ello son la cantidad de víctimas inglesas caídas en lucha cuerpo a cuerpo, el heroísmo de los oficiales de la aviación que salían a atacar a las naves inglesas sabiendo que las posibilidades de regreso eran mínimas y en donde caían tres pilotos de cada cinco que partían.

Para terminar

Al final de su nota Brienza se hace una pregunta casi psicoanalítica: “¿Significa esto desmalvinizar? ¿No defender la soberanía argentina sobre las islas? ¿Tener una visión liberal probritánica y antiargentina? ¿Me he convertido en el integrante número 18 del Brancaleónico grupo de periodistas e intelectuales argentinos que trabajan para la autodeterminación de los isleños?”

Curiosamente no la responde.

Intentaremos hacerlo. No, no creo que ninguna de las hipótesis en las que se sitúa Hernán Brienza sean ciertas. Sí creo, en cambio, que la enorme presión social ejercida por el imperialismo, la gran prensa y el establishment intelectual liberal cipayo sobre la clase media, sobre todo porteña, ha tenido sus efectos. Más que desmalvinizar, Hernán Brienza suena como un desmalvinizado. Defiende, sin hesitar y con energía, la soberanía argentina sobre los territorios del Atlántico Sur y está, no tengo dudas, en magníficas condiciones para dar por el suelo con las miserables teorías de esos 17 “perduellis” -para usar un término que recuperó José Luis Torres-. Su error, no obstante, radica en que una visión estrecha, ideológica y que tributa al progresismo porteño, le impide comprender la naturaleza de una epopeya en la que casi seiscientos compatriotas entregaron su vida y en la que las armas de la Patria pusieron en jaque a la segunda potencia imperial de la época y cambiaron la estrategia político-militar de la alianza occidental y, al no hacerlo, debilita la causa de Malvinas en la que, con sinceridad, milita.

Esto fue lo que entendió Fidel Castro, y no los pocos casos de arbitrariedades, cuando sus ásperas barbas rozaron, en un abrazo, la delicada piel del canciller argentino Nicanor Costa Méndez. Me cuesta pensar que el viejo líder revolucionario estuviera confundido al respecto.

El lector disculpará la extensión de la nota. El esfuerzo de escribirla y el de leerla es una contribución a evitar que dentro de cien años una nueva oleada de revisionismo histórico tenga que rescatar del olvido -como lo hemos hecho con la batalla de la Vuelta de Obligado- la valentía y astucia de los argentinos enfrentando con las armas, y en disparidad de condiciones, a los usurpadores de nuestro territorio patrio.


1 La nota no pudo salir en el suplemento que dirigía Federico Bernal con el argumento de que al contestar a un editorialista debía salir en el cuerpo del diario y más breve. Tampoco se publicó en el cuerpo del diario una versión posterior más reducida. Hasta el día de hoy ignoro por qué. (JFB)

4 de septiembre de 2025

Cuarta Crónica de Hopean Maa

De repente todo se volvió confusión y los acontecimientos se precipitaron

Toda la corte de genios, brujos, hechiceros y sacerdotisas que rodeaban al gnomo Yelim y a la bruja Arinak comenzaron a culpar de todas sus desventuras al misterioso íncubo Jacobo Kigay, un monstruoso engendro de quien se decía que se escondía en cada uno de los infinitos rincones del palacio. La intriga y el acecho habían sido las poderosas armas que lo habían introducido en los círculos cortesanos y era comentado, en voz muy baja, que tenía bajo sus órdenes a las legiones de trolls, sin rostro ni nombre, que confundían con sus habladurías el claro discernir de los vecinos de la capital del reino. Confundidos con los parroquianos de las tabernas y posadas, ponían en circulación extrañas historias, veladas acusaciones y perversas sospechas.

De repente, los trolls se silenciaron. No respondían a las denuncias que se elevaban desde todos los rincones, especialmente las que tenían que ver con el Cofre de los Baldados y su administrador, Yago Hispánico. En la plaza central comenzó a decirse que también el metamorfósico Ludwig Petersen, ministro de los Ejércitos Reales, también estaba involucrado en las artimañas de las hierbas mágicas. El Hospital de las Legiones, cuya farmacopea se nutría de esas hierbas, apareció, en los palimpsestos de la Revelación, pagando miles de monedas de oro, muchas de las cuales iban a las faltriqueras de Ludwig, quien, bajo diversos disfraces y apariencias, vivía en concubinato con un súcubo que, en su apariencia femenina, era conocido como Castrina de la Pera.

El alquimista Emanuel Adorno, gran maestro de la Escuela de Bieckert, tan garrulo como mendaz, se había llamado a un total silencio. Sus pregones matutinos desaparecieron por completo.

Ninguna desmentida salía del palacio. Cada día que pasaba defraudaba a los súbditos del diminuto monarca, quienes esperaban que los escritos de los palimpsestos fuesen aclarados o, por lo menos, rechazados. El descontento y la desazón comenzó a extenderse por las plazas, llegando hasta las aldeas más lejanas. Los campesinos comenzaron a alejarse y desconfiar de Yelim y, sobre todo, de Arinak. Unos versos festivos comenzaron a hacerse populares entre los campesinos al volver de su labor cotidiana:

“La saqueadora,

la bruja es la saqueadora”.


Como si esto no fuera suficiente, Lewis Kigay, pariente bastardo del íncubo Jacobo, un ogro riquísimo, que escondía sus thálers, maravedíes, coronas, dinares y riksdalers, en inmensas cacerolas enterradas en reinos cercanos, dejó a los campesinos y aldeanos sin sus ahorros. De pronto, sus monedas no alcanzaban para comprar en la feria el pan y el vino. Ya no podían entregar al herrero sus guadañas y cuchillas para afilar, porque no tenían con que pagarle y los escasos bienes que producían, como trigo, mijo y hortalizas eran consumidos en su mesa diaria.

El malestar llegó hasta la Casa de los Grandes Triunviros, conocida por todos como la CGT. Los otrora poderosos triunviros, representantes de los artesanos, herreros, talabarteros, ebanistas y fundidores, que se habían mantenido callados con la aparición de los palimpsestos, vieron que ni el gnomo ni la corte de seres infernales que gobernaba el reino garantizaba la labor y la paga de su gente.

Incluso el Círculo Dorado de los Dragones, los hombres y mujeres más ricos del reino, que hasta ese momento habían mirado con condescendencia las calamidades de la corte, se alejaron recelosos y dubitativos. El único hombre del Circulo que aún confiaba en Yelim era el Rabino Piedra de Lange Berd, dueño de innumerables castillos, que había alojado al gnomo durante su iniciación.

Hopen Maa vivía momentos de angustia y zozobra. Los Baldados, desprovistos de los beneficios que el Cofre les otorgaba y que les permitía evitar la mendicidad, habían comenzado a manifestarse con sus muletas, con los parches en sus ojos tuertos, con sus bastones y garfios, en las cercanías del palacio. Incluso comenzó a circular en las plazas el rumor de que los miembros de los Tercios de los Ejércitos Reales estaban inquietos al no conseguir sanar sus heridas en el Hospital de las Legiones. Los Ancianos del Jubileo hacía meses que clamaban por sus pagas, canceladas por decisión del gigante Strujanegros.

Fue entonces que la Vestal del Toro Rico, una antigua mesalina sagrada, convertida en su vejez en depositaria del Cinturón de Castidad Divino, anunció, con proclamas y pregones que todo el contenido de los palimpsestos había sido escrito por una conjura de los eslavos y los chéveres, dos pueblos que nunca habían tenido pendencias con el reino de Hopen Maa.

Ese fue el punto culminante del desconcierto en palacio.

Pero el día de la opinión de los súbditos se acercaba. Kerstin, La Cautiva, desde su torre, había logrado que Maksimaalne dejara de proferir invectivas contra Achse y que la Santa Orden de Caballería Púrpura mantuviese sus tropas acuarteladas y silenciosas.

El alquimista Josefo de Maia, hombre de la confianza del Marqués de la Fermosa Curva, se preparaba para horas cruciales, desde su mirador en el Riksdag, el palacio de los Caballeros.

Fue entonces que Yelim se dirigió a uno de los agujeros más pobres y deshauciados de su reino para presentar sus explicaciones, acompañado de docenas de legionarios y centuriones negros.

Pero eso será motivo de la próxima Crónica.